Didac Ferrer

Hace unos días me invitaron a una mesa redonda sobre la gestión de los recursos humanos en la administración y sus retos de futuro. Fue una conversación muy interesante. Hablábamos de las bases de una estructura organizativa más eficiente, y de cómo cambiar las administraciones públicas que tenemos hoy. 

Y como hablábamos, usábamos palabras (suele pasar :). Pues bien, me di cuenta que estos diálogos, donde ya empiezan a aparecer conceptos renovadores como la colaboración, las redes, la autonomía, o el propósito, suelen  aún estar encapsulados en un lenguaje que en sí mismo acarrea un poso cultural que pesa como un yunque de hierro forjado. Sí, me refiero a términos como “recursos humanos”, “cargas” o “puestos” de trabajo, “alinear” la organización,… En especial, durante la sesión se planteó la pregunta sobre cuáles eran las palancas de cambio. Pa-lan-cas. ¡Toma ya! Como reconoció el bueno de Pablo Aretxabala, de K2K, que moderaba la sesión, esto suena a máquina industrial y a la siderurgia de sus valles vascos…

Si entre todos nos ayudaramos para dejar de hablar de organizaciones en términos mecánicos (o -pronto- informáticos), y habláramos de comunidades juntas por su propósito, creo que nos costaría más usar estos palabros. Pa-lan-cas. Como si fuera tan simple como un cambio de vías.

Os propongo usar una metáfora orgánica. Yo diría que las comunidades (de personas) que habitan en las organizaciones estables como una administración pública cambiamos a un ritmo parecido al de los bosques. Lentamente, pero sistémicamente (en el sentido que todo está relacionado), como en la naturaleza. Y por esto es tan bonito plantar una semilla, porque lentamente, si se crea una determinada complejidad, podrá acabar siendo un fuerte roble o hasta un robledal algún día.

 

La metáfora orgánica

Antes de adentrarme propiamente en la metáfora, reivindico algunas cualidades que hay que tener para transformar una organización: paciencia, esperanza y determinación. Paciencia. Como la de la gente del campo que ha cuidado comunidades y sus ecosistemas durante tantas generaciones. Esperanza. La misma que nos llena cuando decidimos plantar un árbol. Y Determinación. Obstáculos saldran por todos lados, más vale que nos guste la incertidumbre y lo encontremos lo más normal del mundo…

Pues bien, a la pregunta que se planteó en el foro sobre cuáles son las “palancas de cambio” hoy en la administración, yo respondería con estas seis ideas:eco-transform

  • Sembrar propósito y valores. Ahí nace todo. Hablar de esto, no saltárselo, no darlo por obvio. Cómo dijo David Martí durante la charla, son éstas las conversaciones importantes (dicho de paso, David nos explicó que etimológicamente, conversar viene de “vivir con alguien”. En la comunidad, en el bosque, debemos aprender a hacerlo sí o sí, porque  si tenemos raíces no podemos huir tan fácilmente).
  • Esta siembra no es igual en todas partes. Evidentemente, antes de cambiar nada, tenemos que aprender a observar el ecosistema, su cultura, su razón de ser. Sobre esto insistió nuestra compañera de mesa Carmen Sanabria, quien nos contó que cada vez que ha cambiado de administración (y lo ha hecho a menudo) ha tenido que entender bien el “negocio”, como decía ella.
  • Hay que regar la comunidad con experiencias que pongan en práctica propósito y valores, para que estas vayan inspirando con ideas y aprendizajes, y ayudando a superar miedos y desconocimientos. A esto nos hemos dedicado mucho en el programa Nexus24 de la UPC.
  • Hay que alimentar la tierra con reconocimiento. Y este tiene que llegar por donde de verdad nos importa. Es a través de nuestras raíces que podemos sentirnos útiles, importantes, y conectados. Por ahí podemos conectar mucho la comunidad…
  • Luz y espacio libre. Ninguna planta crece sin luz, y esta entra por los espacios abiertos. Para generar las comunidades colaborativas, deben existir espacios físicos y virtuales distintos para el desarrollo de cada tipo actividad: espacios díafanos para trabajar y crear juntos, espacios pequeños para concentrarse y aislarse, espacios sociales para relacionarse y relajarse.
  • Si además tenemos a jardiner@s y forestales contentas y felices que sepan cuidar y “sostener” las relaciones en la comunidad, todo va a fluir mejor. Es el nuevo oficio del liderazgo: permitir, cuidar, alimentar estos espacios de relaciones; y generar espacio para nuevos roles, como los facilitadores o dinamizadores de conocimiento, o reconocer la necesidad de todo el abanico zoológico de Tejeredes (arañas, abejas, zorros, osos, leones…) que tan clave son para la salud colaborativa del ecosistema (dicho sea de paso, me encanta al árbol de conocimiento que han desarrollado en el Ajuntament de Barcelona, una metáfora super orgánica…).

Resumiendo, como ya dice mucha gente, para hacer organizaciones mejores nos conviene mucho abandonar una visión industrial, y una forma de hacerlo es usar un lenguaje mucho más rico en complejidad: de forma natural nos induce a un pensamiento más sistémico y transformador. Un día,  será normal hablar de metamorfosis, crisálidas o servicios ecosistémicos en nuestras administraciones públicas, ya vereis.  (Vale, a los MBA les costará un poco, pero tarde o temprano ya llegarán 🙂